
1. Xólotl en la cosmogonía mexica
Xólotl es un dios mexica íntimamente ligado a Quetzalcóatl. De hecho, era considerado su hermano gemelo, con forma canina (Xólotl (divinidad) - Wikipedia, la enciclopedia libre). En la mitología nahua representan las dos facetas del planeta Venus: Quetzalcóatl es la Estrella de la Mañana, mientras que Xólotl personifica a la Estrella Vespertina (Xólotl (divinidad) - Wikipedia, la enciclopedia libre).
Esta dualidad cósmica de los “gemelos preciosos” explica que Quetzalcóatl simbolice el renacer del Sol al alba, y Xólotl anuncie su ocaso cada anochecer (Xolotl - Wikipedia).
Como deidad crepuscular, Xólotl tenía un cariz siniestro: era dios del fuego celeste, de la mala suerte, de las deformidades y de los gemelos (de hecho, xólotl significa ‘doble’ en náhuatl) (Xolotl - Wikipedia). Se le representaba con cabeza de perro y a veces con pies al revés, atributos que subrayaban su naturaleza extraña y monstruosa (Xólotl (divinidad) - Wikipedia, la enciclopedia libre).
(File:Figura de Xólotl en el Museo Nacional de Antropología.jpg - Wikimedia Commons) Escultura mexica de Xólotl exhibida en el Museo Nacional de Antropología (Ciudad de México). En el Códice Borbónico, Xólotl aparece como compañero del Sol poniente, identificado por su cabeza canina y un cuchillo de sacrificio en la boca (Perros en el folclore y la mitología mesoamericanos - Wikipedia, la enciclopedia libre).
En los mitos de la creación mexica, Xólotl juega un rol crucial. Durante el sacrificio de los dioses en Teotihuacán para dar movimiento al Quinto Sol, Xólotl se negó a morir y huyó transformándose sucesivamente en plantas y en un ajolote (salamandra) hasta ser finalmente sacrificado (Xolotl - Wikipedia) (Perros en el folclore y la mitología mesoamericanos - Wikipedia, la enciclopedia libre). Como náhualli (alter ego) de Quetzalcóatl, también lo acompañó al Mictlán (inframundo) para rescatar los huesos ancestrales con los que se creó a la humanidad en la era actual (Xolotl - Wikipedia) (Perros en el folclore y la mitología mesoamericanos - Wikipedia, la enciclopedia libre). Además, cada noche Xólotl guiaba al Sol en su peligroso tránsito por el inframundo, protegiéndolo de las fuerzas de la oscuridad (Xolotl - Wikipedia). Por eso se le llamaba compañero del Sol, siguiéndolo por el cielo diurno y escoltándolo en el Más Allá nocturno (Perros en el folclore y la mitología mesoamericanos - Wikipedia, la enciclopedia libre).
En suma, Xólotl encarna el ciclo de muerte y renacimiento: muere con el ocaso solar y renace cada amanecer en su forma gemela de Quetzalcóatl (Xolotl - Wikipedia).
2. El Xoloitzcuintle como psicopompo del Mictlán
Dentro de la cosmovisión mesoamericana, el perro –y en particular el xoloitzcuintli (perro sin pelo mexicano)– era visto como un psicopompo, es decir, un guía de las almas en su viaje post mortem. Una creencia común en muchos pueblos mesoamericanos sostenía que un perro ayudaba a los difuntos a cruzar un cuerpo de agua camino a la otra vida (Perros en el folclore y la mitología mesoamericanos - Wikipedia, la enciclopedia libre). En la tradición mexica, se consideraba que los xoloitzcuintles acompañaban al alma por las nueve regiones del Mictlán hasta su destino final (Perros en el folclore y la mitología mesoamericanos - Wikipedia, la enciclopedia libre). Era costumbre sacrificar un perro y enterrarlo o incinerarlo junto con el difunto, para que sirviera de compañero y medio de transporte de su alma en el inframundo (Xolotl - Wikipedia) (|| Itzcuintli || Perro Mesoamericano: SAHAGÚN, LA MUERTE Y LOS PERROS .).
El papel específico del Xoloitzcuintle era ayudar al muerto a cruzar el amplio río que separaba nuestro mundo de la tierra de los muertos. Según los relatos, al llegar al río (conocido como Apanohuaia o Chicunahuapan), el alma se encontraba con numerosos perros en la orilla (Perros en el folclore y la mitología mesoamericanos - Wikipedia, la enciclopedia libre). Solo el perro que reconocía a su dueño se arrojaba al agua y lo cargaba sobre el lomo para atravesar la corriente (|| Itzcuintli || Perro Mesoamericano: SAHAGÚN, LA MUERTE Y LOS PERROS .) (|| Itzcuintli || Perro Mesoamericano: SAHAGÚN, LA MUERTE Y LOS PERROS .).
De ahí la importancia de criar en vida a un perro amigable: “Decían que el difunto que llega a la ribera del río... luego mira al perro. Si conoce a su amo... se echa nadando al río… y le pasa a cuestas” (|| Itzcuintli || Perro Mesoamericano: SAHAGÚN, LA MUERTE Y LOS PERROS .).
Notablemente, las fuentes mencionan que debían ser perros de pelaje bermejo (color rojo o amarillo); los perros negros o blancos se rehusarían a ayudar –según la leyenda, el blanco diría “ya me lavé” y el negro “ya me ensucié”, excusándose de cruzar de nuevo– (|| Itzcuintli || Perro Mesoamericano: SAHAGÚN, LA MUERTE Y LOS PERROS .). Por ello se prefería enterrar con el difunto un xoloitzcuintle de pelaje rojizo, pues se creía que solo este color de perro podía cumplir exitosamente la función psicopompa.
3. Evidencias arqueológicas y representaciones en códices
(Archivo:Xoloitzcuintle (21058489659).jpg - Wikipedia, la enciclopedia libre) Figurilla de cerámica prehispánica (estilo Colima, ca. 400 a.C.–200 d.C.) representando un perro robusto. Los perros fueron enterrados con humanos desde tiempos muy antiguos en Mesoamérica, como parte de su papel de acompañantes hacia el más allá (Perros en el folclore y la mitología mesoamericanos - Wikipedia, la enciclopedia libre) (Archivo:Xoloitzcuintle (21058489659).jpg - Wikipedia, la enciclopedia libre).
Los hallazgos arqueológicos confirman la profunda relación entre los perros y la muerte en Mesoamérica. En sitios del Preclásico como Colima (occidente de México), se han encontrado numerosas esculturas y ofrendas de perros junto a restos humanos, indicando la creencia temprana en el perro guía de las almas (Perros en el folclore y la mitología mesoamericanos - Wikipedia, la enciclopedia libre) (Archivo:Xoloitzcuintle (21058489659).jpg - Wikipedia, la enciclopedia libre).
En la gran ciudad de Teotihuacán (Clásico), por ejemplo, se descubrieron 14 esqueletos humanos acompañados de 3 perros, presumiblemente colocados allí para guiarlos en el camino al inframundo (Perros en el folclore y la mitología mesoamericanos - Wikipedia, la enciclopedia libre). Esta asociación continuó en época mexica: en Tenochtitlan se han hallado entierros y ofrendas con restos de perros en el Templo Mayor y otros templos, reforzando la idea de que el can acompañaba al difunto en su travesía espiritual (Xólotl (divinidad) - Wikipedia, la enciclopedia libre). Incluso se han desenterrado esculturas caninas en contextos funerarios mexicas, probablemente símbolos del Xoloitzcuintle sirviendo de guía póstumo (Xolotl - Wikipedia).
Las fuentes pictográficas coloniales también ilustran esta conexión simbólica. En el Códice Borbónico (lámina 16), Xólotl está representado junto al Sol poniente, con un cuchillo de obsidiana en la boca –claro emblema de muerte y sacrificio (Perros en el folclore y la mitología mesoamericanos - Wikipedia, la enciclopedia libre). Su cabello aparece erizado y negro, similar al de Mictlantecuhtli (el dios de la muerte), subrayando su naturaleza funeraria (Perros en el folclore y la mitología mesoamericanos - Wikipedia, la enciclopedia libre).
Por su parte, el Códice Borgia y otros códices del centro de México muestran a Xólotl en forma antropomorfa canina, portando a veces una antorcha de fuego (relacionándolo con el fuego del atardecer) o acompañando a Quetzalcóatl en narraciones míticas (Xólotl (divinidad) - Wikipedia, la enciclopedia libre). En el Códice Fejérváry-Mayer (lam. 34) aparece igualmente Xólotl con rasgos de perro y símbolos calendáricos. Estos vestigios visuales –esculturas, cerámicas y códices– ofrecen un testimonio vívido de la importancia del perro y de Xólotl en el imaginario mesoamericano, tanto en rituales funerarios reales como en la iconografía sagrada.
4. Testimonios de textos coloniales (Sahagún y otros)
La visión mesoamericana de Xólotl y los perros psicopompos fue recogida por varios frailes y cronistas tras la Conquista. Fray Bernardino de Sahagún, en su Historia General de las Cosas de Nueva España (siglo XVI), documentó con gran detalle los ritos funerarios mexicas relacionados con el perro. Según sus informantes nahuas, al preparar el cuerpo de un difunto “hacían al difunto llevar consigo un perrito de pelo bermejo, y al pescuezo le ponían un hilo flojo de algodón” (|| Itzcuintli || Perro Mesoamericano: SAHAGÚN, LA MUERTE Y LOS PERROS .). Este perro acompaña al muerto en su viaje: los familiares creían que el alma del difunto montaría sobre el lomo del animal para cruzar un río temible en el inframundo llamado Chicunahuapan (|| Itzcuintli || Perro Mesoamericano: SAHAGÚN, LA MUERTE Y LOS PERROS .) (|| Itzcuintli || Perro Mesoamericano: SAHAGÚN, LA MUERTE Y LOS PERROS .).
Sahagún relata que, tras amortajar al fallecido con sus ofrendas, “luego mataban al perro del difunto, y entrambos los llevaban a donde había de ser cremado juntamente” (|| Itzcuintli || Perro Mesoamericano: SAHAGÚN, LA MUERTE Y LOS PERROS .). Pasados cuatro años de viaje post mortem, el alma finalmente llegaría a la orilla de dicho río, donde “viven y andan perros en la ribera... el difunto mira al perro. Si [el perro] conoce a su amo, luego se echa nadando al río... y le pasa a cuestas” (|| Itzcuintli || Perro Mesoamericano: SAHAGÚN, LA MUERTE Y LOS PERROS .).
Esta descripción colonial confirma punto por punto el mito: la importancia del perro rojo con un cordón de algodón (para identificarlo) y la idea de que solo el perro fiel a su dueño le facilitará el paso a la otra orilla (|| Itzcuintli || Perro Mesoamericano: SAHAGÚN, LA MUERTE Y LOS PERROS .). También consigna la variante de los perros de otros colores negándose a ayudar, tal como se preservó en la tradición oral.
Otros cronistas como Toribio de Benavente (Motolinía) y Diego Durán también mencionaron la costumbre indígena de enterrar perros con los muertos y los mitos de Mictlán. Juan de Torquemada, en Monarquía Indiana, llamó a Xólotl “el dios perro” y lo asoció con los ritos funerarios de los mexicas. En general, las crónicas españolas coincidieron en señalar que los mexicas creían que “los perros llevaban las ánimas de los difuntos por encima de las aguas” hacia el reino de los muertos (Perros en el folclore y la mitología mesoamericanos - Wikipedia, la enciclopedia libre). Estas fuentes coloniales, pese a su sesgo cristiano, son valiosas porque preservaron fragmentos de la cosmovisión original: nos hablan de Xólotl como guía de almas, del río infernal, de Mictlantecuhtli y de cómo los indígenas enfrentaban la muerte con la ayuda simbólica de un compañero canino.
5. Transformaciones en el periodo colonial y sincretismo cristiano
La conquista española y la evangelización impusieron cambios drásticos en la interpretación y práctica de estos mitos. Para los frailes, las deidades mesoamericanas eran “ídolos” o incluso manifestaciones del demonio. Así, Sahagún al describir el rito funerario traduce el concepto indígena del inframundo como “el Infierno” cristiano y se refiere a Mictlantecuhtli como “el diablo” (|| Itzcuintli || Perro Mesoamericano: SAHAGÚN, LA MUERTE Y LOS PERROS .).
Esta equiparación de los dioses de la muerte con Satanás muestra cómo la cosmovisión mexica fue reinterpretada bajo el prisma del cristianismo. Consecuentemente, las autoridades coloniales prohibieron las antiguas prácticas funerarias: ya no se permitía sacrificar perros ni hacer ofrendas paganas por las almas. En su lugar, se fomentó el rito católico de exequias y oraciones por el difunto, confiando la guía de las almas a ángeles o santos en vez de a perros.
Con el tiempo, el mito de Xólotl y el Xoloitzcuintle sufrió un proceso de sincretismo y ocultamiento. El culto explícito a Xólotl desapareció de la esfera pública, ya que la Iglesia lo consideraba parte de la “idolatría” indígena. Muchos de sus atributos fueron demonizados: Xólotl, con su aspecto monstruoso de hombre-perro, pasó a ser visto como una criatura infernal en el imaginario cristiano. De hecho, las leyendas coloniales de “perros del infierno” o cadejos en el folclor mesoamericano podrían tener raíces en la figura de Xólotl transformada bajo la óptica católica.
Pese a la represión, algunos elementos se filtraron en la religiosidad popular de manera discreta. Por ejemplo, en ciertos pueblos indígenas persistió la costumbre de velar al difunto con objetos personales y figurillas de perros, un eco simbólico de la antigua creencia, aunque reinterpretado dentro de la devoción a las Ánimas del Purgatorio.
Además, el estatus del perro Xoloitzcuintle en la sociedad cambió drásticamente. Los españoles, al llegar, inicialmente quedaron intrigados por estos perros sin pelo –algunos testimonios mencionan que los encontraron adecuados como alimento– y su población disminuyó en la Colonia tanto por la introducción de perros europeos como por la desaparición de los rituales que antes aseguraban su crianza. La falta de un propósito ritual hizo que el Xoloitzcuintle pasara de ser un animal sagrado a casi una curiosidad.
Hacia el siglo XIX, la raza se había tornado rara. Incluso en 1950 se temió que estuviera al borde de la extinción, al punto que organizaciones cinológicas internacionales la declararon escasa y casi extinta (Xoloitzcuintle - Wikipedia). Irónicamente, el perro divino de los mexicas sobrevivió esos siglos oscuros más en el ámbito rural y marginal –mantenido por comunidades indígenas aisladas– que en las ciudades coloniales hispanizadas.
6. Persistencia del mito en la tradición oral contemporánea
A pesar de la campaña evangelizadora, la esencia del mito del perro psicopompo logró perdurar en la tradición oral de diversos pueblos indígenas de México. Estudios etnográficos en el siglo XX han recogido relatos prácticamente idénticos a los descritos por Sahagún, transmitidos de generación en generación. Por ejemplo, en comunidades nahuas de la Cuenca de México (Xochimilco, Mixquic, Milpa Alta, entre otras) aún se cuenta que “después de morir, el alma necesitará la ayuda de un perro para cruzar el río del inframundo”, por lo que conviene criar perros y tratarlos bien (|| Itzcuintli || Perro Mesoamericano: SAHAGÚN, LA MUERTE Y LOS PERROS .). En estas localidades rurales se llegó a mantener la práctica de enterrar al difunto con un perro (o al menos con un juguete o figura de perro), hasta entrado el siglo XX, como parte de las costumbres funerarias locales antes de su desaparición por la influencia urbana (|| Itzcuintli || Perro Mesoamericano: SAHAGÚN, LA MUERTE Y LOS PERROS .).
Investigadores como Eduardo Matos Moctezuma y Fernando Horcasitas documentaron narraciones indígenas contemporáneas donde el xoloitzcuintle sigue siendo el guía de las almas en pena (|| Itzcuintli || Perro Mesoamericano: SAHAGÚN, LA MUERTE Y LOS PERROS .).
Un caso notable es el de doña Luz Jiménez, una famosa informante nahua de Milpa Alta, quien en los años 1970 relató en su idioma natal el viaje del alma a través del río y cómo el perro de su casa le ayudaría a cruzar (|| Itzcuintli || Perro Mesoamericano: SAHAGÚN, LA MUERTE Y LOS PERROS .).
Estas persistencias orales demuestran la resiliencia de la cosmovisión mexica: aún con ropajes cristianos, el pueblo conservó en su memoria colectiva la creencia en el perro salvador. En fiestas de Día de Muertos de algunos pueblos, es común escuchar que “no le pegues a los perros, porque cuando mueras no habrá quien te ayude a pasar el río”, refrán popular que encapsula el antiguo mito en forma moralizante. De esta manera, el Xoloitzcuintle se mantuvo vivo en el imaginario popular como guardián entre este mundo y el otro, esperando el momento de reivindicarse abiertamente en la cultura nacional.
7. Renacimiento moderno del Xoloitzcuintle en la cultura mexicana
En el siglo XX y XXI, el Xoloitzcuintle ha resurgido con fuerza como símbolo nacional de México y como referente de la herencia prehispánica en el arte y la cultura popular. Reconocido oficialmente como “el perro nacional de México” (Xoloitzcuintle - Wikipedia), esta antigua raza autóctona pasó de la marginación al protagonismo. A partir de la década de 1950 se realizaron esfuerzos para recuperar y promover al Xoloitzcuintle: cinólogos y criadores localizaron los pocos ejemplares que quedaban en áreas rurales remotas y lograron restablecer una población reproductora. Gracias a ello, en 1963 la Federación Canófila Mexicana logró que la raza fuese reconocida formalmente, y más tarde el American Kennel Club (AKC) revirtió su decisión de considerarla extinta (Xoloitzcuintle - Wikipedia). Hoy en día, los Xolos se exhiben orgullosamente en competencias caninas internacionales, habiendo pasado de ser “perros casi mitológicos” a mascotas apreciadas y protegidas.
Paralelamente, el Xoloitzcuintle ha sido resignificado en las artes y la cultura visual moderna de México. Los artistas del movimiento muralista y del mexicanidad posrevolucionaria le dieron un lugar especial como ícono de lo mexicano. Diego Rivera y Frida Kahlo, por ejemplo, criaron Xoloitzcuintles y los incluyeron en sus obras. Frida retrató a sus perros en varios cuadros; uno de ellos aparece en “El abrazo de amor del Universo, la Tierra (México), yo, Diego y Xólotl” (1949), una pintura tan emblemática que fue reproducida en el billete de 500 pesos emitido en 2007 (Xoloitzcuintle - Wikipedia). En dicha obra, el Señor Xólotl (nombre del perro de Frida) simboliza la unión mística entre la vida, la muerte y el amor, abrazando a los protagonistas. La presencia del Xolo en el arte de Kahlo –y su aparición en la moneda nacional– subraya la fuerte carga simbólica que se le atribuye: es vínculo entre lo ancestral y lo contemporáneo, entre México y su pasado indígena.
En la cultura popular actual, el Xoloitzcuintle se ha convertido en un puente visual hacia las raíces prehispánicas. Por ejemplo, la exitosa película animada “Coco” (Pixar, 2017) presentó al simpático perro Dante, un xoloitzcuintle callejero que resulta ser el guía espiritual del protagonista en el mundo de los muertos. Este personaje está directamente inspirado en la leyenda mexica del perro psicopompo, lo que introdujo dicha tradición a audiencias de todo el mundo de forma entrañable.
En 2019, el gobierno mexicano declaró al Xoloitzcuintle Patrimonio Cultural de la Nación, reconociendo su valor histórico y su significado cultural. Hoy el Xoloitzcuintle encarna un símbolo viviente de la identidad mexicana, representando la conexión entre el México moderno y sus ancestrales creencias. Su figura –antes temida y venerada en los códices– ahora adorna museos, parques y obras contemporáneas, recordándonos el rico legado mitológico que pervive en el país.
En conclusión, la relación entre Xólotl y el Xoloitzcuintle abarca milenios de historia, desde los mitos cosmogónicos de la antigua Tenochtitlan hasta las expresiones artísticas y populares del México actual. El dios canino de los mexicas y el leal perro sin pelo comparten un vínculo simbólico profundo: ambos son guardianes entre la vida y la muerte, guías en los tránsitos difíciles (sea el ocaso del sol o el viaje del alma) y emblemas de transformación. Su historia conjunta refleja la capacidad de los mitos para adaptarse y perdurar –trascendiendo conquistas, sincretismos y modernidades– manteniendo vigente un fragmento esencial de la cosmovisión mesoamericana en el corazón de la cultura mexicana contemporánea.
Referencias: Las referencias a códices, crónicas y estudios modernos se han citado en el texto, evidenciando la continuidad y resignificación del mito de Xólotl y el Xoloitzcuintle desde la época prehispánica hasta nuestros días (Perros en el folclore y la mitología mesoamericanos - Wikipedia, la enciclopedia libre) (|| Itzcuintli || Perro Mesoamericano: SAHAGÚN, LA MUERTE Y LOS PERROS .) (|| Itzcuintli || Perro Mesoamericano: SAHAGÚN, LA MUERTE Y LOS PERROS .) (Xoloitzcuintle - Wikipedia), entre otras. Cada elemento –sea arqueológico, documental u oral– contribuye a entender esta fascinante relación hombre-perro-divinidad que singulariza al patrimonio cultural de México.
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